Monday, March 14, 2016

El debate histórico entre el crecimiento de la población y los recursos naturales


Joan Alberich
La preocupación por la escasez de los recursos naturales causada por el crecimiento de la población ha sido, sin duda, el principal tema de debate que históricamente se ha desarrollado en torno a las relaciones existentes entre la población y el medio ambiente y que, como se verá en el siguiente apartado, tiene cierto continuidad en nuestros días.
La cuestión fue planteada por primera vez por Thomas Robert Malthus en 1798, cuya teoría afirma, a grandes rasgos, que el crecimiento de la población humana siempre tiende a superar el de la capacidad de producción de recursos de la tierra (especialmente los alimentarios), ya que mientras la primera crece de forma geométrica, los segundos sólo lo hacen de forma aritmética. Las consecuencias de este hecho son, por un lado, el hambre y el incremento de la mortalidad y, por otro, el aplazamiento del matrimonio y la limitación del tamaño familiar, medidas que contribuyen a frenar el crecimiento demográfico. No obstante, la principal crítica que ha recibido esta teoría, elaborada antes de la revolución agrícola, es el hecho de que se basa en la creencia de que tanto la producción de recursos naturales como la tierra son fijos, sin tener en consideración los avances tecnológicos inherentes al desarrollo.
A pesar de estas críticas, la teoría malthusiana ha tenido una gran influencia posterior, ya que a partir de ella se desarrolló el concepto de capacidad de carga.
David Ricardo comparte en gran medida la preocupación de Malthus por el incremento de la población, pero extiende su análisis a todos los recursos y no sólo al recurso tierra. Sin embargo, su planteamiento del problema no radica en que los recursos sean finitos, sino en la comprobación de que varían en calidad y localización, aspectos que determinan un uso diferencial y que, finalmente, causan una escasez relativa. Es decir, la escasez de los recursos es planteada por los dos autores de forma diferente: mientras que para la óptica malthusiana se trata de una escasez en términos absolutos, causada por la condición de finitud y homogeneidad de los recursos, para Ricardo la escasez es sólo en términos relativos, fruto de la disponibilidad diferencial de recursos tanto a su calidad como su localización.
Esta última perspectiva es defendida también por John Stuart Mill, que introduce, sin embargo, un factor condicionante externo a la propia dinámica demográfica: se trata de lo que él llama «progreso de la civilización», que no es otra cosa que la incorporación del cambio tecnológico (los conocimientos y la maquinaria agrícolas, la incorporación de nuevos productos alimenticios ...) como un elemento fundamental para evitar la escasez. Se trata, pues, del primer intento para romper la linealidad de las dos teorías anteriores, caracterizadas por la continuidad de los procesos y los fenómenos y por la ausencia de cambios o de saltos cualitativos.
Karl Marx también teorizó sobre las relaciones entre la población y los recursos naturales, con una fuerte crítica a las ideas malthusianas, argumentando que si la sociedad se dirigía hacia un estado estacionario o de crisis del sistema, no obedecía a la existencia de límites físicos absolutos, rendimientos decrecientes y crecimiento exponencial de la población, sino a razones socioeconómicas. En su opinión, más que un científico, Malthus era el representante de una determinada clase social, de manera que sus argumentos estaban orientados a justificar ciertas medidas económicas y sociales. Respecto a la superpoblación, Marx argumenta que es una necesidad del sistema capitalista, fruto de su carácter expansionista. Por lo tanto, para Marx, la población no debe ser considerada como una variable externa al propio sistema económico y productivo ni como un parámetro, sino una variable interna, la trayectoria y la dinámica de la que está condicionada por las formas de producción.

La Teoría de la transición demográfica

La teoría de la transición demográfica fue elaborada por el demógrafo norteamericano Warren Thompson a partir de las observaciones de los cambios experimentados en los últimos 200 años por varios países en sus tasas de mortalidad y natalidad.
La teoría se ha convertido en el marco teórico explicativo del crecimiento de la población mundial, ya que las dinámicas que cuenta han sido experimentadas, con mayor o menor medida-y con mayor o menor velocidad-por gran parte de los países del mundo. Así, la teoría explica el proceso de transformación de una sociedad preindustrial, caracterizada por unas tasas de natalidad y de mortalidad altas, a una sociedad industrial o postindustrial, con ambas tasas bajas. Como puede deducirse, de la relación entre los niveles entre la tasa de natalidad y la mortalidad se deriva el ritmo de crecimiento natural-en tanto que la teoría de la transición quiere tener valor universal, no tiene en cuenta el efecto que las migraciones pueden tener sobre el crecimiento de la población de regiones concretas.
Básicamente este proceso de transformación se puede dividir en cuatro etapas o fases:
Fase 1: Antiguo régimen demográfico
ÉEs una fase inicial, anterior al inicio propiamente dicho de la transición, que se caracteriza, en primer lugar, por unas tasas de mortalidad muy elevadas (40-50 ‰). El motivo hay que buscarlo no tanto a las situaciones adversas concretas (las guerras, las hambrunas generalizadas, las epidemias) sino en estas más estructurales (la mala alimentación, la falta de higiene, las escasas infraestructuras sanitarias, etc.).
En consecuencia la tasa de natalidad era igualmente alta (con tasas igualmente del orden del 40-50 ‰), ya que dada la elevada mortalidad infantil, el número de hijos por mujer (lo que conocemos como fecundidad) debía ser elevado para garantizar la supervivencia de un número adecuado de descendencia.
Fruto de la combinación de tasas de natalidad y de mortalidad elevadas, el crecimiento total de la población-siempre en ausencia de migraciones-es escaso o nulo.
Como puede deducirse, se trata de una fase típica de hasta mitad del siglo XVIII. En la actualidad se considera que no hay ningún país que presente estas características, ya que las tasas más elevadas de mortalidad no superan, en lugar, el 25 ‰.
Fase 2: Inicio de la transición
El motor que pone en marcha la transición demográfica es el descenso generalizado de la tasa de mortalidad, básicamente debido a tres motivos: a) la mejora en las técnicas agrícolas (con un aumento de los rendimientos), b) las mejoras tecnológicas y c) los avances en medicina y alfabetización. Además, dentro de la mortalidad, encontramos una reducción significativa de la mortalidad infantil. En consecuencia, se experimenta un moderado aumento en la esperanza de vida.
Por su parte, la tasa de natalidad se mantiene muy elevada, de modo que el crecimiento vegetativo resultante es desmesurado.
Este es la situación en la que se encuentran la mayoría de los países subsaharianos: sus tasas de mortalidad, aunque mantenerse elevadas, se han reducido drásticamente a valores próximos al 2%, mientras que la de natalidad se mantiene alrededor del 4%.
Tasa de natalidad y de mortalidad: Panamá
1960 - 1970
Año
Tasa de natalidad
Tasa de mortalidad

1960



1970





Fase 3: Final de la transición
La transición propiamente dicha finaliza con esta etapa, la característica más importante de la que es el descenso de los niveles de fecundidad y de natalidad.
Básicamente son tres los motivos que explican este descenso: a) en primer lugar, como respuesta anterior descenso de la mortalidad (la supervivencia de la descendencia es mucho más elevada), b) en segundo lugar, la difusión y la generalización de acceso a los métodos anticonceptivos, c) la incorporación de la mujer a la educación y al mercado de trabajo, que hacen retrasar su calendario de la fecundidad y, por tanto, tienden a reducirla.
Por su parte, la mortalidad tiende a estabilizarse en niveles relativamente bajos, de modo que, debido al descenso de la natalidad, la tasa de crecimiento de la población también disminuye bastante.
En esta situación se encuentran parte de los países latinoamericanos, del sudeste asiático y los del Magreb, con tasas de natalidad en descenso (alrededor del 20 ‰) y de mortalidad que casi han tocado fondo (6-8 ‰).

Tasa de natalidad y de mortalidad: Panamá
1980 - 1990
Año
Tasa de natalidad
Tasa de mortalidad

1980



1990




Fase 4: Régimen demográfico moderno
Fruto de los procesos descritos, los diferentes países alcanzan un nuevo estadio, típico de las sociedades postindustriales, que recibe el nombre de «régimen demográfico moderno».
Este estadio se caracteriza por presentar unos niveles muy bajos de las tasas de natalidad y de mortalidad (si bien esta puede crecer incluso no por el aumento de su intensidad sino como consecuencia del envejecimiento). De la combinación de ambos hechos se deriva un crecimiento natural nulo o, incluso, negativo ―por tanto, como al principio de la transición―, que puede ser compensado o no por los movimientos migratorios.
Como puede deducirse, es la situación en la que se encuentran actualmente buena parte de los países europeos, que ven como su población tiende a disminuir debido al movimiento natural, de manera que las escasas ganancias de población se deben al efecto positivo del saldo migratorio exterior.

Tasa de natalidad y de mortalidad: Panamá
2000 - 2010
Año
Tasa de natalidad
Tasa de mortalidad

2000



2010



Como se ha comentado anteriormente, todos los países del mundo han experimentado, con mayor o menor intensidad, y con mayor o menor rapidez, este proceso de transformación. Así, es comúnmente aceptado que el diferente ritmo de crecimiento actual de los países se debe a qué estadio de la transición demográfica se nota. Por decirlo así, las diferencias observadas en la actualidad no se deben tanto a un comportamiento diferenciado, sino a un calendario diferente.
Se aprecia como los países de Europa occidental son los primeros en iniciar la reducción de la natalidad y aumentar progresivamente la esperanza de vida. A partir de 1950, aproximadamente, el mundo se puede dividir en dos claros subgrupos: los países que ya han completado su transición y los que aún se encuentran en sus fases iniciales. A partir de este momento la convergencia en los comportamientos de mortalidad y de natalidad de los países se hace más evidente.
Fuente: Joan Alberich, Módulo población mundial y desarrollo sostenible, Barcelona: Universitat Rovila i Virgili, http://desenvolupamentsostenible.org/index.php?option=com_content&view=article&id=30&Itemid=46&lang=es



MARX Y LA SOBREPOBLACIÓN DE MALTHUS



ECONOMÍA Y POBLACIÓN
Las postulaciones malthusianas y neomalthusianas tuvieron una respuesta en los análisis de Marx y en los trabajos posteriores de las ciencias sociales que utilizan igual metodología. Ya en 1845 se encuentran en su trabajo, la “Ideología Alemana”, las primeras referencias al papel de la población en el proceso histórico, del cual la considera uno de los factores condicionantes.
Pero, a pesar de la importancia que le asigna a la población, a diferencia de Malthus, Marx sostiene que no puede existir una ley demográfica universal sino que a cada forma de producción le corresponde una ley de población particular; dedicó, sin embargo, especial atención al problema bajo la forma de producción capitalista, investigando el concepto del “ejército de reserva del trabajo”, “superpoblación relativa” o “población excedente relativa”.
 Para él, la causa de la superpoblación existente debe rastrearse en la forma de producción imperante en el régimen capitalista. Esa superpoblación relativa surge de las características del proceso de acumulación del capital y sus mecanismos reguladores, entre ellos las crisis y las recesiones.
Cuando crece la acumulación, crece la inversión de capital, o sea las “fuentes de trabajo” y con ello la demanda de mano de obra. Si este proceso continúa en forma indefinida se llega fatalmente a la ocupación plena, puesto que la mano de obra no es una “mercancía” que pueda producirse, en general, de ‘un modo creciente para una demanda creciente. Desde luego, hay muchos ejemplos de “producción” de mano de obra bajo las condiciones del sistema esclavista, desde el comercio de esclavos en África hasta los establecimientos que, en el Sur de los Estados Unidos, se dedicaban a la “procreación” y cría de esclavos, tal como si fueran ganado.
Aun bajo el sistema capitalista, se conoce el ejemplo de los piratas que secuestraban numerosos campesinos chinos para vendérselos a contratistas de mano de obra en el Oeste estadounidense. Pero ésta no puede ser la regla dentro del sistema capitalista, basado, esencialmente, en la contratación de mano de obra libre.
Al mantenerse un estadio de ocupación plena, naturalmente suben los salarios, puesto que su demanda excede a su posible oferta. Pero si esto continúa, a través de una inversión creciente, el aumento de los salarios terminará por liquidar las ganancias, y asi el sistema capitalista se disolverá, por sí mismo, al moverse como el azúcar al girar en el agua. Sin embargo, los hechos demuestran que tal cosa no ocurre.
Antes de que se llegue a ese punto crítico, nos dice Marx, el descenso de las ganancias provocará en los capitalistas una lógica reacción a retraer la inversión “a la espera de tiempos mejores”. Tal retracción —se continúa en este razonamiento uno de los “modelos” marxistas de explicación de las crisis capitalistas— traerá una reacción en cadena. Y así estamos en la crisis o recesión, donde se detiene la inversión, se cierran “fuentes de trabajo” y se produce desocupación en masa.
Mediante éste y otros mecanismos que llevan a la crisis o a la “recesión” (crisis atenuada), se restablece continuamente el equilibrio entre oferta y demanda de trabajo o, lo que es lo mismo, de mano de obra. Como éste es un equilibrio desigual, o sea, que los mecanismos tienden a conservar una situación donde la (oferta de trabajo es siempre superior a la demanda, dentro del sistema capitalista siempre hay, en algún grado, desocupación. Siempre hay, por lo tanto, un “ejército de reserva” dentro de la masa proletaria, que tiende a disminuir cuando la inversión creciente (período de “auge”) crea más fuentes de trabajo y a aumentar cuando se produce la crisis o recesión.
De tal manera, entre la población económicamente activa y el ejército de reserva, hay para Marx una constante interrelación cuyo signo es claro según las fases del ciclo económico: en los momentos de prosperidad aumenta la primera a costa del segundo, y en las épocas de contracción se produce el movimiento inverso. Para Marx, a diferencia de Malthus y otros economistas clásicos, la relación de la población con el sistema capitalista parece ser la de un factor más, de ninguna manera externo al sistema mismo, sino un elemento de éste para regular el nivel de salarios y mantener las tasas de ganancia.
Este nivel de superpoblación relativa debería desaparecer al transformarse el sistema productivo, aunque Marx explícito poco y nada acerca del desarrollo de la población. Por supuesto que Marx basó su argumentación ciñéndose a la realidad concreta de la Europa del siglo XIX; trasladado el problema al Tercer Mundo, son otros economistas y sociólogos los que, dentro de esta línea de argumentación, reformularán estas postulaciones de acuerdo con la realidad de los países dependientes.


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