Joan Alberich
La preocupación por la escasez de los recursos naturales causada
por el crecimiento de la población ha sido, sin duda, el principal tema de
debate que históricamente se ha desarrollado en torno a las relaciones
existentes entre la población y el medio ambiente y que, como se verá en el
siguiente apartado, tiene cierto continuidad en nuestros días.
La cuestión fue planteada por primera vez por Thomas Robert Malthus en 1798, cuya teoría afirma, a grandes
rasgos, que el crecimiento de la población humana siempre tiende a superar el
de la capacidad de producción de recursos de la tierra (especialmente los
alimentarios), ya que mientras la primera crece de forma geométrica, los segundos
sólo lo hacen de forma aritmética. Las consecuencias de este hecho son, por un
lado, el hambre y el incremento de la mortalidad y, por otro, el aplazamiento
del matrimonio y la limitación del tamaño familiar, medidas que contribuyen a
frenar el crecimiento demográfico. No obstante, la principal crítica que ha
recibido esta teoría, elaborada antes de la revolución agrícola, es el hecho de
que se basa en la creencia de que tanto la producción de recursos naturales
como la tierra son fijos, sin tener en consideración los avances tecnológicos
inherentes al desarrollo.
A pesar de estas críticas, la teoría malthusiana ha tenido una
gran influencia posterior, ya que a partir de ella se desarrolló el concepto de capacidad de carga.
David Ricardo comparte en gran medida la preocupación de Malthus por el
incremento de la población, pero extiende su análisis a todos los recursos y no
sólo al recurso tierra. Sin embargo, su planteamiento del problema no radica en
que los recursos sean finitos, sino en la comprobación de que varían en calidad
y localización, aspectos que determinan un uso diferencial y que, finalmente,
causan una escasez relativa. Es decir, la escasez de los recursos es planteada
por los dos autores de forma diferente: mientras que para la óptica malthusiana
se trata de una escasez en términos absolutos, causada por la condición de
finitud y homogeneidad de los recursos, para Ricardo la escasez es sólo en
términos relativos, fruto de la disponibilidad diferencial de recursos tanto a
su calidad como su localización.
Esta última perspectiva es defendida también por John Stuart Mill, que
introduce, sin embargo, un factor condicionante externo a la propia dinámica
demográfica: se trata de lo que él llama «progreso de la civilización», que no
es otra cosa que la incorporación del cambio tecnológico (los conocimientos y
la maquinaria agrícolas, la incorporación de nuevos productos alimenticios ...)
como un elemento fundamental para evitar la escasez. Se trata, pues, del primer
intento para romper la linealidad de las dos teorías anteriores, caracterizadas
por la continuidad de los procesos y los fenómenos y por la ausencia de cambios
o de saltos cualitativos.
Karl Marx también teorizó sobre las relaciones entre la población y los
recursos naturales, con una fuerte crítica a las ideas malthusianas,
argumentando que si la sociedad se dirigía hacia un estado estacionario o de
crisis del sistema, no obedecía a la existencia de límites físicos absolutos,
rendimientos decrecientes y crecimiento exponencial de la población, sino a
razones socioeconómicas. En su opinión, más que un científico, Malthus era el
representante de una determinada clase social, de manera que sus argumentos
estaban orientados a justificar ciertas medidas económicas y sociales. Respecto
a la superpoblación, Marx argumenta que es una necesidad del sistema
capitalista, fruto de su carácter expansionista. Por lo tanto, para Marx, la
población no debe ser considerada como una variable externa al propio sistema
económico y productivo ni como un parámetro, sino una variable interna, la
trayectoria y la dinámica de la que está condicionada por las formas de
producción.
La Teoría
de la transición demográfica
La teoría
de la transición demográfica fue
elaborada por el demógrafo norteamericano Warren Thompson a partir de las
observaciones de los cambios experimentados en los últimos 200 años por varios
países en sus tasas de mortalidad y natalidad.
La teoría se ha convertido en el marco teórico explicativo del
crecimiento de la población mundial, ya que las dinámicas que cuenta han sido
experimentadas, con mayor o menor medida-y con mayor o menor velocidad-por gran
parte de los países del mundo. Así, la teoría explica el proceso de
transformación de una sociedad preindustrial, caracterizada por unas tasas de
natalidad y de mortalidad altas, a una sociedad industrial o postindustrial,
con ambas tasas bajas. Como puede deducirse, de la relación entre los niveles
entre la tasa de natalidad y la mortalidad se deriva el ritmo de crecimiento
natural-en tanto que la teoría de la transición quiere tener valor universal,
no tiene en cuenta el efecto que las migraciones pueden tener sobre el
crecimiento de la población de regiones concretas.
Básicamente este proceso de transformación se puede dividir en
cuatro etapas o fases:
Fase 1: Antiguo régimen
demográfico
ÉEs una fase inicial, anterior al inicio propiamente dicho de la
transición, que se caracteriza, en primer lugar, por unas tasas de mortalidad
muy elevadas (40-50 ‰). El motivo hay que buscarlo no tanto a las situaciones
adversas concretas (las guerras, las hambrunas generalizadas, las epidemias)
sino en estas más estructurales (la mala alimentación, la falta de higiene, las
escasas infraestructuras sanitarias, etc.).
En consecuencia la tasa de natalidad era igualmente alta (con
tasas igualmente del orden del 40-50 ‰), ya que dada la elevada mortalidad
infantil, el número de hijos por mujer (lo que conocemos como fecundidad) debía
ser elevado para garantizar la supervivencia de un número adecuado de
descendencia.
Fruto de la combinación de tasas de natalidad y de mortalidad
elevadas, el crecimiento total de la población-siempre en ausencia de
migraciones-es escaso o nulo.
Como puede deducirse, se trata de una fase típica de hasta mitad
del siglo XVIII. En la actualidad se considera que no hay ningún país que
presente estas características, ya que las tasas más elevadas de mortalidad no
superan, en lugar, el 25 ‰.
Fase 2: Inicio de la transición
El motor que pone en marcha la transición demográfica es el
descenso generalizado de la tasa de mortalidad, básicamente debido a tres
motivos: a) la mejora en las técnicas agrícolas (con un aumento de los
rendimientos), b) las mejoras tecnológicas y c) los avances en medicina y
alfabetización. Además, dentro de la mortalidad, encontramos una reducción
significativa de la mortalidad infantil. En consecuencia, se experimenta un
moderado aumento en la esperanza de vida.
Por su parte, la tasa de natalidad se mantiene muy elevada, de
modo que el crecimiento vegetativo resultante es desmesurado.
Este es la situación en la que se encuentran la mayoría de los
países subsaharianos: sus tasas de mortalidad, aunque mantenerse elevadas, se
han reducido drásticamente a valores próximos al 2%, mientras que la de
natalidad se mantiene alrededor del 4%.
Tasa de natalidad y de
mortalidad: Panamá
1960 - 1970
Año
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Tasa de natalidad
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Tasa de mortalidad
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1960
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1970
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Fase 3: Final de la transición
La transición propiamente dicha finaliza con esta etapa, la
característica más importante de la que es el descenso de los niveles de
fecundidad y de natalidad.
Básicamente son tres los motivos que explican este descenso: a)
en primer lugar, como respuesta anterior descenso de la mortalidad (la
supervivencia de la descendencia es mucho más elevada), b) en segundo lugar, la
difusión y la generalización de acceso a los métodos anticonceptivos, c) la
incorporación de la mujer a la educación y al mercado de trabajo, que hacen
retrasar su calendario de la fecundidad y, por tanto, tienden a reducirla.
Por su parte, la mortalidad tiende a estabilizarse en niveles
relativamente bajos, de modo que, debido al descenso de la natalidad, la tasa
de crecimiento de la población también disminuye bastante.
En esta situación se encuentran parte de los países
latinoamericanos, del sudeste asiático y los del Magreb, con tasas de natalidad
en descenso (alrededor del 20 ‰) y de mortalidad que casi han tocado fondo (6-8
‰).
Tasa de natalidad y de
mortalidad: Panamá
1980 - 1990
Año
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Tasa de natalidad
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Tasa de mortalidad
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1980
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1990
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Fase 4: Régimen demográfico
moderno
Fruto de los procesos descritos, los diferentes países alcanzan
un nuevo estadio, típico de las sociedades postindustriales, que recibe el
nombre de «régimen demográfico moderno».
Este estadio se caracteriza por presentar unos niveles muy bajos
de las tasas de natalidad y de mortalidad (si bien esta puede crecer incluso no
por el aumento de su intensidad sino como consecuencia del envejecimiento). De
la combinación de ambos hechos se deriva un crecimiento natural nulo o,
incluso, negativo ―por tanto, como al principio de la transición―, que puede
ser compensado o no por los movimientos migratorios.
Como puede deducirse, es la situación en la que se encuentran
actualmente buena parte de los países europeos, que ven como su población
tiende a disminuir debido al movimiento natural, de manera que las escasas
ganancias de población se deben al efecto positivo del saldo migratorio
exterior.
Tasa de natalidad y de
mortalidad: Panamá
2000 - 2010
Año
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Tasa de natalidad
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Tasa de mortalidad
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2000
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2010
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Como se ha comentado anteriormente, todos los países del mundo
han experimentado, con mayor o menor intensidad, y con mayor o menor rapidez,
este proceso de transformación. Así, es comúnmente aceptado que el diferente
ritmo de crecimiento actual de los países se debe a qué estadio de la
transición demográfica se nota. Por decirlo así, las diferencias observadas en
la actualidad no se deben tanto a un comportamiento diferenciado, sino a un
calendario diferente.
Se aprecia como los países de Europa occidental son los primeros
en iniciar la reducción de la natalidad y aumentar progresivamente la esperanza
de vida. A partir de 1950, aproximadamente, el mundo se puede dividir en dos
claros subgrupos: los países que ya han completado su transición y los que aún
se encuentran en sus fases iniciales. A partir de este momento la convergencia
en los comportamientos de mortalidad y de natalidad de los países se hace más
evidente.
Fuente:
Joan Alberich, Módulo población mundial y desarrollo sostenible,
Barcelona: Universitat Rovila i Virgili, http://desenvolupamentsostenible.org/index.php?option=com_content&view=article&id=30&Itemid=46&lang=es
MARX Y LA SOBREPOBLACIÓN DE MALTHUS
ECONOMÍA Y POBLACIÓN
Las postulaciones malthusianas y neomalthusianas tuvieron una respuesta en los análisis de Marx y en los trabajos posteriores de las ciencias sociales que utilizan igual metodología. Ya en 1845 se encuentran en su trabajo, la “Ideología Alemana”, las primeras referencias al papel de la población en el proceso histórico, del cual la considera uno de los factores condicionantes.
Las postulaciones malthusianas y neomalthusianas tuvieron una respuesta en los análisis de Marx y en los trabajos posteriores de las ciencias sociales que utilizan igual metodología. Ya en 1845 se encuentran en su trabajo, la “Ideología Alemana”, las primeras referencias al papel de la población en el proceso histórico, del cual la considera uno de los factores condicionantes.
Pero, a pesar de la importancia
que le asigna a la población, a diferencia de Malthus, Marx sostiene que no
puede existir una ley demográfica universal sino que a cada forma de producción
le corresponde una ley de población particular; dedicó, sin embargo, especial
atención al problema bajo la forma de producción capitalista, investigando el
concepto del “ejército de reserva del trabajo”, “superpoblación relativa” o
“población excedente relativa”.
Para él, la causa de la superpoblación existente debe rastrearse
en la forma de producción imperante en el régimen capitalista. Esa
superpoblación relativa surge de las características del proceso de acumulación
del capital y sus mecanismos reguladores, entre ellos las crisis y las
recesiones.
Cuando crece la acumulación,
crece la inversión de capital, o sea las “fuentes de trabajo” y con ello la
demanda de mano de obra. Si este proceso continúa en forma indefinida se llega
fatalmente a la ocupación plena, puesto que la mano de obra no es una
“mercancía” que pueda producirse, en general, de ‘un modo creciente para una
demanda creciente. Desde luego, hay muchos ejemplos de “producción” de mano de
obra bajo las condiciones del sistema esclavista, desde el comercio de esclavos
en África hasta los establecimientos que, en el Sur de los Estados Unidos, se
dedicaban a la “procreación” y cría de esclavos, tal como si fueran ganado.
Aun bajo el sistema
capitalista, se conoce el ejemplo de los piratas que secuestraban numerosos
campesinos chinos para vendérselos a contratistas de mano de obra en el Oeste
estadounidense. Pero ésta no puede ser la regla dentro del sistema capitalista,
basado, esencialmente, en la contratación de mano de obra libre.
Al mantenerse un estadio de
ocupación plena, naturalmente suben los salarios, puesto que su demanda excede
a su posible oferta. Pero si esto continúa, a través de una inversión creciente,
el aumento de los salarios terminará por liquidar las ganancias, y asi el
sistema capitalista se disolverá, por sí mismo, al moverse como el azúcar al
girar en el agua. Sin embargo, los hechos demuestran que tal cosa no ocurre.
Antes de que se llegue a ese
punto crítico, nos dice Marx, el descenso de las ganancias provocará en los
capitalistas una lógica reacción a retraer la inversión “a la espera de tiempos
mejores”. Tal retracción —se continúa en este razonamiento uno de los “modelos”
marxistas de explicación de las crisis capitalistas— traerá una reacción en
cadena. Y así estamos en la crisis o recesión, donde se detiene la inversión,
se cierran “fuentes de trabajo” y se produce desocupación en masa.
Mediante éste y otros
mecanismos que llevan a la crisis o a la “recesión” (crisis atenuada), se
restablece continuamente el equilibrio entre oferta y demanda de trabajo o, lo
que es lo mismo, de mano de obra. Como éste es un equilibrio desigual, o sea,
que los mecanismos tienden a conservar una situación donde la (oferta de
trabajo es siempre superior a la demanda, dentro del sistema capitalista
siempre hay, en algún grado, desocupación. Siempre hay, por lo tanto, un
“ejército de reserva” dentro de la masa proletaria, que tiende a disminuir
cuando la inversión creciente (período de “auge”) crea más fuentes de trabajo y
a aumentar cuando se produce la crisis o recesión.
De tal manera, entre la
población económicamente activa y el ejército de reserva, hay para Marx una
constante interrelación cuyo signo es claro según las fases del ciclo
económico: en los momentos de prosperidad aumenta la primera a costa del
segundo, y en las épocas de contracción se produce el movimiento inverso. Para
Marx, a diferencia de Malthus y otros economistas clásicos, la relación de la
población con el sistema capitalista parece ser la de un factor más, de ninguna
manera externo al sistema mismo, sino un elemento de éste para regular el nivel
de salarios y mantener las tasas de ganancia.
Este nivel de superpoblación
relativa debería desaparecer al transformarse el sistema productivo, aunque
Marx explícito poco y nada acerca del desarrollo de la población. Por supuesto
que Marx basó su argumentación ciñéndose a la realidad concreta de la Europa
del siglo XIX; trasladado el problema al Tercer Mundo, son otros economistas y
sociólogos los que, dentro de esta línea de argumentación, reformularán estas
postulaciones de acuerdo con la realidad de los países dependientes.
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