Aníbal Quijano
1. El "polo marginal" de la estructura económica
El proceso denominado como "revolución
tecnológica" no afecta-homogénea y
sistemáticamente a la totalidad de la estructura productiva
y deja actividad económica
general de la sociedad, sino que introduce un nuevo
elemento de desequilibrio entre las
diversas ramasr de la producción y dentro de
éstas entre cada uno de sus niveles. Esto
es, la desigualdad de desarrollo de los varios sectores y
ramas de la estructura
económica se hace aún más marcada.
Así, por ejemplo, en los Estados Unidos, las ramas que
actualmente emplean los
procedimientos e instrumentos técnicos más complejos son,
principalmente, las de la
producción de armamentos, de naves para la exploración
espacial, y en menor medida
las de productos de tipo electro-mecánico para el uso
cotidiano. De ese modo, estas
ramas se colocan en un nivel más
alto que las demás.
Sin embargo, en las otras ramas de la producción, un nivel
menor de
tecnificación trae igualmente consecuencias de
desequilibrio entre las empresas, en
razón de la capacidad financiera de utilización de los
nuevos medios tecnológicos para
el aumento de la productividad y de la acumulación de
capital.
Todo este proceso, en su conjunto, hace que la mano de obra
que es impedida de
ocupar un rol en el proceso productivo en las ramas de más
alta tecnificación, sea
forzada a buscar su incorporación solamente en las ramas de
menor nivel de
productividad y dentro de éstas en las empresas de menor
capacidad financiero tecnológica.
Y, en la medida en que la afluencia de mano de obra a este
nivel del
mercado de trabajo va creciendo, es inevitable que una
proporción considerable, que sin
duda tiende a aumentar por los factores antes señalados,
sea literalmente arrinconada en
un nivel de actividad económica cuya significación para la
productividad del sistema es
prácticamente nula o completamente decreciente.
Lo anterior indica que el proceso de
"marginalización" de la mano de obra, opera
paralelamente a la "marginalización" de un
conjunto de roles y de relaciones
económicas, ambos respecto de los niveles predominantes de
productividad del sistema
y, por esa vía, respecto de las necesidades de acumulación
de capital de los grupos
burgueses dominantes.
Se va generando, de ese modo, una franja de actividad
económica, para la cual
aquí se propone la denominación de "polo
marginal" de la estructura económica, que se
configura por:
1. Ocupaciones de mínima productividad, que usan recursos
residuales de
producción u otros no-residuales pero en escala muy
limitada, que requieren
calificaciones cuya significación es ya obsoleta o está en
curso de serlo respecto de las
necesidades respectivas de los niveles dominantes de las
ocupaciones del sistema.
2. Ocupaciones completamente desligadas de la producción
directa de bienes y
por lo tanto de la producción de valor, que exigen ninguna
o muy baja calificación y
que, por eso, tienden a ser inestables.
Ambos tipos de ocupaciones pueden ser considerados como
"marginales", en
tanto que roles ocupacionales como tales,
independientemente de los individuos que las
portan.
3. Por su naturaleza "marginal", esas ocupaciones
sólo pueden tener un mercado
de trabajo no solamente reducido o de amplitud decreciente,
sino además inestable.
4. Las relaciones de trabajo a que dan lugar, en
consecuencia, son o tienden a
ser igualmente inestables por su precaria estructuración.
5. Los ingresos que los ocupantes de estas posiciones
pueden derivar, serán
necesariamente limitados, inestables y se configurarán sólo
con parte de los elementos
con que los ingresos normales en los otros niveles
ocupacionales centrales del sistema
se configuran en un momento determinado. Así, por ejemplo,
el salario probablemente
no incluirá las prestaciones sociales (v. gr. vacaciones,
seguridad social, etc.), ni la parte
denominada "participación en las utilidades", en
ciertas empresas.
De esa manera la población marginalizada lo es tanto porque
está impedida de
ocupar los roles de mayor productividad del sistema, como
porque está forzada a
refugiarse en una estructura de actividad económica que,
como tal es también
marginalizada.
En las mayores ciudades de los Estados Unidos, por ejemplo,
se puede observar
en la actualidad la gran cantidad de pequeñas empresas, que
viven de pequeñas
industrias de muy baja productividad, con mano de obra de
muy baja calificación, que
producen por lo general vestidos de mala calidad para el
mercado de las capas más
pobres de la población; la inmensa proporción de mano de
obra arrinconada en lo que se
denomina janitorial work, esto es, actividades de
servicios manuales de diversa índole
que no requieren de mayor calificación, que permiten muy
bajos salarios y que son
inestables. En otras zonas del país, las actividades de
minería residual en que se refugia
un importante número de trabajadores como secuela de la
crisis de la actividad minera
en aquellas zonas, o la agricultura residual en otras
áreas, ilustran fácilmente la
existencia efectiva de un "polo marginal" de la
estructura económica del país de más
alto desarrollo del mundo de hoy.
El concepto de "polo marginal" de la economía
permite mostrar que la mano de
obra "marginalizada" no es expulsada del sistema,
ni se produce lo que entre algunos
economistas dentro y fuera de América Latina conciben como
un nuevo "dualismo
estructural": la oposición entre un "sector
integrado" y un "sector margina ". Por el
contrario, de lo que se trata es de la acentuación de los
desequilibrios entre los varios
niveles del sistema, por el desarrollo o, mejor,
crecimiento de un nivel cuya
significación para las necesidades de productividad de los
sectores nucleares del sistema
es casi insignificante y que es, en este preciso sentido,
"marginal", pero no obstante lo
cual, hace parte integrante del sistema tomado en su
conjunto y obedece a su lógica
histórica de desarrollo.
A partir de aquí debe ser posible explorar teóricamente las
funciones —y por
tanto el significado— de la mano de obra marginalizada en
la economía global, a través
de las funciones específicas que cumple el "polo
marginal" dentro de ésta, esto es, a
través de las relaciones entre este "polo" y cada
uno de los otros niveles de la estructura
económica. Y por su lugar en esa matriz, será posible
establecer las relaciones de la
población marginalizada, en tanto que estrato, con cada uno
de los otros grupos sociales
básicos de interés en la sociedad, y con cada una de las
instituciones que articulan esos
intereses.
En esta parte del trabajo baste indicar someramente que: a)
el polo marginal de
la economía contiene, o tiende a contener, elementos en su
mayor parte desligados de
toda relación directa con la función productiva, y que sólo
un sector minoritario de esos
elementos cumple funciones marginales de producción; b) en
consecuencia, las
relaciones de producción entre el "polo marginal"
y el "núcleo dominante" del sistema
son fragmentarias e indirectas; c) no obstante, la relación
es directa con los niveles bajos
de la estructura productiva, para la parte del polo
marginal formada por elementos
vinculados a la producción marginal, ya que la mínima
plusvalía producida es apropiada
por la pequeña burguesía, en tanto que para la gran
burguesía esa plusvalía es
insignificante y no necesaria; d) en cambio, desde el punto
de vista de la realización de
la plusvalía, la estructura económica marginal cumple una
función de mayor
importancia, no tanto en relación a su rendimiento como
mercado para la producción de
los más altos niveles, sino por su amplitud como mercado
para la producción de los
niveles bajos y, en menor medida, medios, del aparato
productivo;4 e) en "conjunto, el
"polo marginal" de la economía, lejos de
constituir un "sector" separado y aún opuesto
al "sector integrado", es el nivel más bajo de la
estructura de actividad económica
general del modo de producción capitalista contemporáneo y
está relacionado
directamente con los procesos de realización de la
plusvalía para los niveles medios y
bajos del sistema y
fragmentariamente con el proceso productivo.
Pero
esas relaciones son, por su naturaleza, inestables y precarias, y no pueden
ser
estructuradas de manera consistente.
Desde
esta perspectiva, la "población marginalizada" en tanto que ocupante
de
ese
"polo marginal", entra en relaciones de producción peculiares con los
otros grupos
de la
sociedad. De un lado, su relación con la gran burguesía no es una relación de
explotación
directa, en tanto que no produce ni puede producir plusvalía para ese nivel
de la
burguesía. Eso no obstante, entra con ésta en una relación de dominación
indirecta,
tanto
porque sigue proveyendo de un cierto mercado para la realización de la
plusvalía,
como
porque el despojo de ocupación productiva e ingresos respectivos de un sector
creciente
de la población del sistema, implica para la burguesía dominante una mayor
acumulación
de beneficios. Eso se comprende sin dificultad puesto que la acumulación
de
capital le es proveída a la burguesía por la altísima capacidad productiva de
los
medios
técnicos, esos beneficios no tienen que ser compartidos con la mano de obra que
precisamente
ha sido desalojada en esa producción. Dado que la acumulación de capital
y la
apropiación privada de la producción social es la característica dominante del
sistema,
los beneficios que la burguesía obtiene vía los medios técnicos, tampoco llega
hacia
la mano de obra marginalizada, sino a través de una precaria política de
asistencialismo,
que subsidia un mínimo nivel de sobrevivencia de los marginados,
como
recurso para amortiguar los conflictos posibles. En eso reside la paradójica
situación
de una sociedad cuya capacidad productiva y cuya riqueza es cada día mayor,
pero
donde una proporción creciente de la población es sometida a una situación de
creciente
pobreza relativa.
Sin
embargo, si en la dimensión producción, la relación económica de los
marginalizados
con la burguesía es un modo de dominación indirecta, la relación de
explotación
directa se articula a través del trabajo no-productivo, pero que hace parte de
los
otros mecanismos destinados a la organización de la producción y a la
organización
de la
realización de la plusvalía, así como a través de la participación de esa
población
en el
consumo de los bienes y servicios producidos por los más bajos niveles del
sistema
y aun de los intermedios.
La
estructura global de las relaciones económicas entre los dominadores del
sistema
y los "marginalizados" es pues inconsistente, precaria, inestable y
fragmentaria.
Las
implicaciones de este hecho para la constitución de la población marginalizada
en
tanto
que grupo, son indudablemente fundamentales, pero no serán examinadas en esta
oportunidad.
Sólo debe quedar indicado aquí, que ese tipo de relaciones de dominación
no
pueden engendrar relaciones de clase directas, y que es en función de ello que
las
relaciones
de grupo de la población marginalizada tienden a establecerse con el Estado
más
bien que con la clase dominante como tal. Es decir, a través de una instancia
mediadora
que si bien opera en función de los intereses de la clase dominante, aparece
también
en función de la articulación total del sistema, y por ende, de regulación de los
conflictos
entre los grupos sociales básicos.
Lo
último explica bien por qué la estructura de sobrevivencia de los
marginalizados
no se agota únicamente en el "polo marginal" de la economía, sino que
se
integra también con el "asistencialismo" del Estado, a través del
sistema de bienestar
social
de las "campañas" contra la pobreza. Esa política
"asistencialista" del Estado
relieva
el carácter mediador de éste en las relaciones entre la clase dominante y la
población
marginalizada.
Todo
ello permite concluir que si bien la marginalidad se funda en los
mecanismos
que en la estructura de distribución de ocupaciones introduce el desarrollo
tecnológico,
a partir de ello se genera un modo de existencia social global, en que cada
una
de las dimensiones básicas asume características específicas que deben ser
establecidas.
Es decir, hay que determinar la función y el significado del proceso de
marginalización
actual en cada una de las dimensiones básicas —económica, social y
política—
de la estructura global de dominación que constituye el modo de producción
capitalista
y en cada una de las formaciones histórico-sociales a que ha dado existencia.
La
configuración conjunta de ese modo de existencia social en la sociedad
capitalista
contemporánea,
constituye el concepto de "marginalidad" del cual la segregación
ocupacional
es la dimensión fundante o determinante. ,
Esa
dimensión es determinante, en el preciso sentido de que de ella deriva el
carácter
fundamentalmente diferente de las relaciones entre el "polo marginal"
de la
economía
y el "núcleo central" de ésta, y en consecuencia de las relaciones
entre la
población
afectada a ese "polo marginal" y cada uno de los otros grupos de
interés
social,
respecto de las relaciones que entre todos estos términos podían haberse
configurado
en los períodos precedentes del desarrollo capitalista.
En
efecto, tanto los estudios clásicos como los más recientes acerca de los
procesos
ocupacionales y sociales en la historia del sistema, muestran claramente que en
diversos
momentos ha existido una población-mano de obra, que no estaba directamente
ocupada
en los roles productivos hegemónicos del modo de producción en esos
momentos,
y estaba forzada a refugiarse en una estructura de relaciones económico sociales
equivalentes
a las que ahora define el concepto de "marginalidad". Sin
embargo,
como la discusión anterior muestra, esa situación tenía carácter coyuntural,
constituía
un fenómeno transitorio y cíclico del sistema y no una tendencia secular.
Tanto
la literatura científica como la narrativa que se refiere a la situación
económica,
social y política de esa población en ciertos momentos del sistema,
particularmente
durante el proceso de consolidación del capitalismo industrial como
modo
dominante de producción, dan cuenta de que esa situación podría ser, en muchos
aspectos,
inclusive peor que la que ahora tienen las poblaciones
"marginalizadas",5 si
se
recuerda,
por ejemplo, que los trabajadores no-ocupados o sub-ocupados en los
primeros
periodos de desarrollo capitalista, carecían de toda organización, de derechos
políticos,
etc. y los mecanismos asistencialistas del Estado no se habían puesto en juego,
puesto
que la ideología burguesa imperante sobre el papel del Estado en la economía,
excluía
la intervención de éste en el ordenamiento del proceso productivo y en la
regulación
de los conflictos inherentes, en la forma en que hoy día se despliega.
Puede
afirmarse, en consecuencia, que desde el punto de vista empírico, la
"marginalidad"
como sinónimo de "pobreza" pudo haber sido inclusive más severa antes
del
período actual, considerada empírica y aisladamente. Sin embargo, lo que
diferencia
estos
fenómenos de los que los conceptos de "marginalización" y de
"marginalidad" dan
cuenta
ahora, es el carácter permanente e irreversible de esta situación social,
determinado
por las nuevas tendencias raigales del mercado de trabajo.
En
las nuevas condiciones, pues, el "polo marginal" de la economía pasa
a ser un
fenómeno
estructural permanente y la "población marginalizada" un estrato
nuevo y con
funciones
y significado nuevos dentro de la estructura global de dominación y de
conflicto
de la sociedad, cualesquiera que sean las características empíricas que puedan
ambos
asumir en el futuro del sistema. Eso demuestra también de paso, la limitación
inherente
de una concepción empirista, para la cual la situación social
"marginal" se
define
a partir de sus características empíricas.
2. La
especificidad del proceso de marginalización en América Latina
No
obstante que la economía de esta región que hoy se denomina América
Latina,
fue incorporada al proceso capitalista desde los inicios mismos de éste y ha
jugado
un papel importante en el desarrollo y consolidación del modo de producción
industrial-capitalista,
el proceso de producción industrial no ha comenzado aquí sino
más
de un siglo después que en los países metropolitanos dominantes. Y, además, en
tanto
que fenómeno determinante, en su tendencia a servir como eje de articulación
del
proceso
económico en su conjunto, su historia en América Latina se remonta solamente
a las
últimas cuatro décadas.
Se
podría pensar, por eso, que la incapacidad actual del mercado de trabajo
latinoamericano
regido por el proceso de industrialización, para absorber a la mano de
obra
que es forzada o motivada a abandonar su lugar en los otros sectores de la
economía
o que aparece como resultado del crecimiento demográfico, es solamente una
reedición
con algunas variantes, del proceso de formación de un "ejército industrial
de
reserva"
que caracterizó el período de emergencia y desarrollo de la producción
industrial
en los países originarios y ante todo en Inglaterra.
En
tal caso, la situación de la mano de obra no incorporada a los roles
hegemónicos
del proceso productivo, tanto en relación al mercado de trabajo, como a su
lugar
en las relaciones de dominación y de conflicto en la sociedad, sería temporal y
debería
esperarse que el ensanchamiento del aparato productivo y el desarrollo de la
producción-industrial,
puedan conducir a la incorporación de esa mano de obra al
proceso
productivo.
Los
hechos revelan, sin embargo, una tendencia radicalmente inversa y los
resultados
de prácticamente todos los estudios sobre el comportamiento del mercado de
trabajo
en América Latina coinciden en señalar que —como afirma Furtado— "cuanto
mayor
el nivel de industrialización alcanzado por un país, es menor su capacidad de
absorción
de mano de obra adicional".
Según
los datos más recientes, la industria manufacturera absorbía en 1925 el
13.6
por ciento de la mano de obra activa, y en 1965 el 14.2 por ciento. Las cifras
son
aún
más acusadoras si se tiene en cuenta que de esos porcentajes, la industria
fabril
absorbe
en 1965 sólo el 7.7 por ciento, mientras que el 6.5 por ciento es absorbido por
la
artesanía. Esto es, 40 años de desarrollo industrial, en que esta rama ha
pasado a
constituirse
en el eje de articulación de toda la estructura económica, indican que el
aumento
de la producción y de la productividad están cada vez menos fundados en la
ampliación
de la capacidad de absorción de mano de obra. De hecho, a partir de 1945,
precisamente
cuando la producción industrial tiende a generalizarse en América Latina
y a
elevarse la inversión y la productividad respectiva, se registra un práctico
estancamiento
de su capacidad de absorción de mano de obra.
Entretanto
y justamente como parte del proceso de desequilibrios y reajustes,
que
el crecimiento de la actividad industrial entraña para la estructura global de
la
economía,
la mano de obra del sector primario tiende a disminuir pasando de 59.9 por
ciento
en 1925 a 48.6 por ciento en 1965, acelerándose ese proceso sobre todo a partir
de
1950 en que la mano de obra agropecuaria era todavía de 56.4 por ciento sobre
el
total
de la población económicamente activa.8
Impedida
de incorporarse a la actividad productiva urbano-industrial, la mano de
obra
tiende a ubicarse principalmente en los sectores de servicios. La misma fuente
que
aquí
se usa, indica que la mano de obra de estos sectores pasó del 26.4 por ciento
en
1925
al 37.2 por ciento en 1965, acelerándose la tendencia sobre todo a partir de
1950
en
que era el 29.1 por ciento del total de la población activa.
Estas
tendencias entrañan, necesariamente, que una proporción creciente de la
población
económicamente activa, tiende a quedar en condiciones de desocupación y
subocupación
en cada uno de los sectores y ramas de la actividad económica; las cifras
acerca
de esto no pueden ser suficientemente precisas por la ausencia de
investigaciones
más
minuciosas. Pero los cálculos muestran una situación impresionante. Así, en
1960
la
población desocupada y subocupada constituía aproximadamente el 40 por ciento
del
total
de la mano de obra activa. Los cálculos sobre la mano de obra netamente
desocupada
indican que aproximadamente el 27.4 por ciento del total de la mano de
obra
activa de América Latina estaría en esa condición,9 para 1960. Posteriormente, la
situación
no parece haber variado en relación con la tendencia general.
De
esa manera, aparece con claridad que el mercado de trabajo regido por la
industrialización
en América Latina, sigue también una tendencia marginalizante y no
únicamente
de formación de un "ejército industrial de reserva" a la manera del
capitalismo
industrial originario. Y esa situación remite, para su explicación, a
preguntarse
por qué la industrialización en América Latina, no obstante su carácter
relativamente
reciente y subdesarrollado, produce un mercado de trabajo cuyas
tendencias
básicas entroncan con las que rigen el mercado de trabajo del nivel
desarrollado del capitalismo industrial en la actualidad.
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