Monday, March 14, 2016

Población y marginalidad

Aníbal Quijano

1. El "polo marginal" de la estructura económica
El proceso denominado como "revolución tecnológica" no afecta-homogénea y
sistemáticamente a la totalidad de la estructura productiva y deja actividad económica
general de la sociedad, sino que introduce un nuevo elemento de desequilibrio entre las
diversas ramasr de la producción y dentro de éstas entre cada uno de sus niveles. Esto
es, la desigualdad de desarrollo de los varios sectores y ramas de la estructura
económica se hace aún más marcada.
Así, por ejemplo, en los Estados Unidos, las ramas que actualmente emplean los
procedimientos e instrumentos técnicos más complejos son, principalmente, las de la
producción de armamentos, de naves para la exploración espacial, y en menor medida
las de productos de tipo electro-mecánico para el uso cotidiano. De ese modo, estas
ramas se colocan en un nivel más alto que las demás.

Sin embargo, en las otras ramas de la producción, un nivel menor de
tecnificación trae igualmente consecuencias de desequilibrio entre las empresas, en
razón de la capacidad financiera de utilización de los nuevos medios tecnológicos para
el aumento de la productividad y de la acumulación de capital.
Todo este proceso, en su conjunto, hace que la mano de obra que es impedida de
ocupar un rol en el proceso productivo en las ramas de más alta tecnificación, sea
forzada a buscar su incorporación solamente en las ramas de menor nivel de
productividad y dentro de éstas en las empresas de menor capacidad financiero tecnológica.
Y, en la medida en que la afluencia de mano de obra a este nivel del
mercado de trabajo va creciendo, es inevitable que una proporción considerable, que sin
duda tiende a aumentar por los factores antes señalados, sea literalmente arrinconada en
un nivel de actividad económica cuya significación para la productividad del sistema es
prácticamente nula o completamente decreciente.
Lo anterior indica que el proceso de "marginalización" de la mano de obra, opera
paralelamente a la "marginalización" de un conjunto de roles y de relaciones
económicas, ambos respecto de los niveles predominantes de productividad del sistema
y, por esa vía, respecto de las necesidades de acumulación de capital de los grupos
burgueses dominantes.
Se va generando, de ese modo, una franja de actividad económica, para la cual
aquí se propone la denominación de "polo marginal" de la estructura económica, que se
configura por:
1. Ocupaciones de mínima productividad, que usan recursos residuales de
producción u otros no-residuales pero en escala muy limitada, que requieren
calificaciones cuya significación es ya obsoleta o está en curso de serlo respecto de las
necesidades respectivas de los niveles dominantes de las ocupaciones del sistema.
2. Ocupaciones completamente desligadas de la producción directa de bienes y
por lo tanto de la producción de valor, que exigen ninguna o muy baja calificación y
que, por eso, tienden a ser inestables.
Ambos tipos de ocupaciones pueden ser considerados como "marginales", en
tanto que roles ocupacionales como tales, independientemente de los individuos que las
portan.
3. Por su naturaleza "marginal", esas ocupaciones sólo pueden tener un mercado
de trabajo no solamente reducido o de amplitud decreciente, sino además inestable.
4. Las relaciones de trabajo a que dan lugar, en consecuencia, son o tienden a
ser igualmente inestables por su precaria estructuración.
5. Los ingresos que los ocupantes de estas posiciones pueden derivar, serán
necesariamente limitados, inestables y se configurarán sólo con parte de los elementos
con que los ingresos normales en los otros niveles ocupacionales centrales del sistema
se configuran en un momento determinado. Así, por ejemplo, el salario probablemente
no incluirá las prestaciones sociales (v. gr. vacaciones, seguridad social, etc.), ni la parte
denominada "participación en las utilidades", en ciertas empresas.
De esa manera la población marginalizada lo es tanto porque está impedida de
ocupar los roles de mayor productividad del sistema, como porque está forzada a
refugiarse en una estructura de actividad económica que, como tal es también
marginalizada.

En las mayores ciudades de los Estados Unidos, por ejemplo, se puede observar
en la actualidad la gran cantidad de pequeñas empresas, que viven de pequeñas
industrias de muy baja productividad, con mano de obra de muy baja calificación, que
producen por lo general vestidos de mala calidad para el mercado de las capas más
pobres de la población; la inmensa proporción de mano de obra arrinconada en lo que se
denomina janitorial work, esto es, actividades de servicios manuales de diversa índole
que no requieren de mayor calificación, que permiten muy bajos salarios y que son
inestables. En otras zonas del país, las actividades de minería residual en que se refugia
un importante número de trabajadores como secuela de la crisis de la actividad minera
en aquellas zonas, o la agricultura residual en otras áreas, ilustran fácilmente la
existencia efectiva de un "polo marginal" de la estructura económica del país de más
alto desarrollo del mundo de hoy.
El concepto de "polo marginal" de la economía permite mostrar que la mano de
obra "marginalizada" no es expulsada del sistema, ni se produce lo que entre algunos
economistas dentro y fuera de América Latina conciben como un nuevo "dualismo
estructural": la oposición entre un "sector integrado" y un "sector margina ". Por el
contrario, de lo que se trata es de la acentuación de los desequilibrios entre los varios
niveles del sistema, por el desarrollo o, mejor, crecimiento de un nivel cuya
significación para las necesidades de productividad de los sectores nucleares del sistema
es casi insignificante y que es, en este preciso sentido, "marginal", pero no obstante lo
cual, hace parte integrante del sistema tomado en su conjunto y obedece a su lógica
histórica de desarrollo.
A partir de aquí debe ser posible explorar teóricamente las funciones —y por
tanto el significado— de la mano de obra marginalizada en la economía global, a través
de las funciones específicas que cumple el "polo marginal" dentro de ésta, esto es, a
través de las relaciones entre este "polo" y cada uno de los otros niveles de la estructura
económica. Y por su lugar en esa matriz, será posible establecer las relaciones de la
población marginalizada, en tanto que estrato, con cada uno de los otros grupos sociales
básicos de interés en la sociedad, y con cada una de las instituciones que articulan esos
intereses.
En esta parte del trabajo baste indicar someramente que: a) el polo marginal de
la economía contiene, o tiende a contener, elementos en su mayor parte desligados de
toda relación directa con la función productiva, y que sólo un sector minoritario de esos
elementos cumple funciones marginales de producción; b) en consecuencia, las
relaciones de producción entre el "polo marginal" y el "núcleo dominante" del sistema
son fragmentarias e indirectas; c) no obstante, la relación es directa con los niveles bajos
de la estructura productiva, para la parte del polo marginal formada por elementos
vinculados a la producción marginal, ya que la mínima plusvalía producida es apropiada
por la pequeña burguesía, en tanto que para la gran burguesía esa plusvalía es
insignificante y no necesaria; d) en cambio, desde el punto de vista de la realización de
la plusvalía, la estructura económica marginal cumple una función de mayor
importancia, no tanto en relación a su rendimiento como mercado para la producción de
los más altos niveles, sino por su amplitud como mercado para la producción de los
niveles bajos y, en menor medida, medios, del aparato productivo;4 e) en "conjunto, el
"polo marginal" de la economía, lejos de constituir un "sector" separado y aún opuesto
al "sector integrado", es el nivel más bajo de la estructura de actividad económica
general del modo de producción capitalista contemporáneo y está relacionado
directamente con los procesos de realización de la plusvalía para los niveles medios y
bajos del sistema y fragmentariamente con el proceso productivo.

Pero esas relaciones son, por su naturaleza, inestables y precarias, y no pueden
ser estructuradas de manera consistente.
Desde esta perspectiva, la "población marginalizada" en tanto que ocupante de
ese "polo marginal", entra en relaciones de producción peculiares con los otros grupos
de la sociedad. De un lado, su relación con la gran burguesía no es una relación de
explotación directa, en tanto que no produce ni puede producir plusvalía para ese nivel
de la burguesía. Eso no obstante, entra con ésta en una relación de dominación indirecta,
tanto porque sigue proveyendo de un cierto mercado para la realización de la plusvalía,
como porque el despojo de ocupación productiva e ingresos respectivos de un sector
creciente de la población del sistema, implica para la burguesía dominante una mayor
acumulación de beneficios. Eso se comprende sin dificultad puesto que la acumulación
de capital le es proveída a la burguesía por la altísima capacidad productiva de los
medios técnicos, esos beneficios no tienen que ser compartidos con la mano de obra que
precisamente ha sido desalojada en esa producción. Dado que la acumulación de capital
y la apropiación privada de la producción social es la característica dominante del
sistema, los beneficios que la burguesía obtiene vía los medios técnicos, tampoco llega
hacia la mano de obra marginalizada, sino a través de una precaria política de
asistencialismo, que subsidia un mínimo nivel de sobrevivencia de los marginados,
como recurso para amortiguar los conflictos posibles. En eso reside la paradójica
situación de una sociedad cuya capacidad productiva y cuya riqueza es cada día mayor,
pero donde una proporción creciente de la población es sometida a una situación de
creciente pobreza relativa.
Sin embargo, si en la dimensión producción, la relación económica de los
marginalizados con la burguesía es un modo de dominación indirecta, la relación de
explotación directa se articula a través del trabajo no-productivo, pero que hace parte de
los otros mecanismos destinados a la organización de la producción y a la organización
de la realización de la plusvalía, así como a través de la participación de esa población
en el consumo de los bienes y servicios producidos por los más bajos niveles del
sistema y aun de los intermedios.
La estructura global de las relaciones económicas entre los dominadores del
sistema y los "marginalizados" es pues inconsistente, precaria, inestable y fragmentaria.
Las implicaciones de este hecho para la constitución de la población marginalizada en
tanto que grupo, son indudablemente fundamentales, pero no serán examinadas en esta
oportunidad. Sólo debe quedar indicado aquí, que ese tipo de relaciones de dominación
no pueden engendrar relaciones de clase directas, y que es en función de ello que las
relaciones de grupo de la población marginalizada tienden a establecerse con el Estado
más bien que con la clase dominante como tal. Es decir, a través de una instancia
mediadora que si bien opera en función de los intereses de la clase dominante, aparece
también en función de la articulación total del sistema, y por ende, de regulación de los
conflictos entre los grupos sociales básicos.
Lo último explica bien por qué la estructura de sobrevivencia de los
marginalizados no se agota únicamente en el "polo marginal" de la economía, sino que
se integra también con el "asistencialismo" del Estado, a través del sistema de bienestar
social de las "campañas" contra la pobreza. Esa política "asistencialista" del Estado
relieva el carácter mediador de éste en las relaciones entre la clase dominante y la
población marginalizada.
Todo ello permite concluir que si bien la marginalidad se funda en los
mecanismos que en la estructura de distribución de ocupaciones introduce el desarrollo
tecnológico, a partir de ello se genera un modo de existencia social global, en que cada
una de las dimensiones básicas asume características específicas que deben ser
establecidas. Es decir, hay que determinar la función y el significado del proceso de
marginalización actual en cada una de las dimensiones básicas —económica, social y
política— de la estructura global de dominación que constituye el modo de producción
capitalista y en cada una de las formaciones histórico-sociales a que ha dado existencia.
La configuración conjunta de ese modo de existencia social en la sociedad capitalista
contemporánea, constituye el concepto de "marginalidad" del cual la segregación
ocupacional es la dimensión fundante o determinante. ,
Esa dimensión es determinante, en el preciso sentido de que de ella deriva el
carácter fundamentalmente diferente de las relaciones entre el "polo marginal" de la
economía y el "núcleo central" de ésta, y en consecuencia de las relaciones entre la
población afectada a ese "polo marginal" y cada uno de los otros grupos de interés
social, respecto de las relaciones que entre todos estos términos podían haberse
configurado en los períodos precedentes del desarrollo capitalista.
En efecto, tanto los estudios clásicos como los más recientes acerca de los
procesos ocupacionales y sociales en la historia del sistema, muestran claramente que en
diversos momentos ha existido una población-mano de obra, que no estaba directamente
ocupada en los roles productivos hegemónicos del modo de producción en esos
momentos, y estaba forzada a refugiarse en una estructura de relaciones económico sociales
equivalentes a las que ahora define el concepto de "marginalidad". Sin
embargo, como la discusión anterior muestra, esa situación tenía carácter coyuntural,
constituía un fenómeno transitorio y cíclico del sistema y no una tendencia secular.
Tanto la literatura científica como la narrativa que se refiere a la situación
económica, social y política de esa población en ciertos momentos del sistema,
particularmente durante el proceso de consolidación del capitalismo industrial como
modo dominante de producción, dan cuenta de que esa situación podría ser, en muchos
aspectos, inclusive peor que la que ahora tienen las poblaciones "marginalizadas",5 si se
recuerda, por ejemplo, que los trabajadores no-ocupados o sub-ocupados en los
primeros periodos de desarrollo capitalista, carecían de toda organización, de derechos
políticos, etc. y los mecanismos asistencialistas del Estado no se habían puesto en juego,
puesto que la ideología burguesa imperante sobre el papel del Estado en la economía,
excluía la intervención de éste en el ordenamiento del proceso productivo y en la
regulación de los conflictos inherentes, en la forma en que hoy día se despliega.
Puede afirmarse, en consecuencia, que desde el punto de vista empírico, la
"marginalidad" como sinónimo de "pobreza" pudo haber sido inclusive más severa antes
del período actual, considerada empírica y aisladamente. Sin embargo, lo que diferencia
estos fenómenos de los que los conceptos de "marginalización" y de "marginalidad" dan
cuenta ahora, es el carácter permanente e irreversible de esta situación social,
determinado por las nuevas tendencias raigales del mercado de trabajo.
En las nuevas condiciones, pues, el "polo marginal" de la economía pasa a ser un
fenómeno estructural permanente y la "población marginalizada" un estrato nuevo y con
funciones y significado nuevos dentro de la estructura global de dominación y de
conflicto de la sociedad, cualesquiera que sean las características empíricas que puedan
ambos asumir en el futuro del sistema. Eso demuestra también de paso, la limitación
inherente de una concepción empirista, para la cual la situación social "marginal" se
define a partir de sus características empíricas.

2. La especificidad del proceso de marginalización en América Latina
No obstante que la economía de esta región que hoy se denomina América
Latina, fue incorporada al proceso capitalista desde los inicios mismos de éste y ha
jugado un papel importante en el desarrollo y consolidación del modo de producción
industrial-capitalista, el proceso de producción industrial no ha comenzado aquí sino
más de un siglo después que en los países metropolitanos dominantes. Y, además, en
tanto que fenómeno determinante, en su tendencia a servir como eje de articulación del
proceso económico en su conjunto, su historia en América Latina se remonta solamente
a las últimas cuatro décadas.
Se podría pensar, por eso, que la incapacidad actual del mercado de trabajo
latinoamericano regido por el proceso de industrialización, para absorber a la mano de
obra que es forzada o motivada a abandonar su lugar en los otros sectores de la
economía o que aparece como resultado del crecimiento demográfico, es solamente una
reedición con algunas variantes, del proceso de formación de un "ejército industrial de
reserva" que caracterizó el período de emergencia y desarrollo de la producción
industrial en los países originarios y ante todo en Inglaterra.
En tal caso, la situación de la mano de obra no incorporada a los roles
hegemónicos del proceso productivo, tanto en relación al mercado de trabajo, como a su
lugar en las relaciones de dominación y de conflicto en la sociedad, sería temporal y
debería esperarse que el ensanchamiento del aparato productivo y el desarrollo de la
producción-industrial, puedan conducir a la incorporación de esa mano de obra al
proceso productivo.
Los hechos revelan, sin embargo, una tendencia radicalmente inversa y los
resultados de prácticamente todos los estudios sobre el comportamiento del mercado de
trabajo en América Latina coinciden en señalar que —como afirma Furtado— "cuanto
mayor el nivel de industrialización alcanzado por un país, es menor su capacidad de
absorción de mano de obra adicional".
Según los datos más recientes, la industria manufacturera absorbía en 1925 el
13.6 por ciento de la mano de obra activa, y en 1965 el 14.2 por ciento. Las cifras son
aún más acusadoras si se tiene en cuenta que de esos porcentajes, la industria fabril
absorbe en 1965 sólo el 7.7 por ciento, mientras que el 6.5 por ciento es absorbido por
la artesanía. Esto es, 40 años de desarrollo industrial, en que esta rama ha pasado a
constituirse en el eje de articulación de toda la estructura económica, indican que el
aumento de la producción y de la productividad están cada vez menos fundados en la
ampliación de la capacidad de absorción de mano de obra. De hecho, a partir de 1945,
precisamente cuando la producción industrial tiende a generalizarse en América Latina
y a elevarse la inversión y la productividad respectiva, se registra un práctico
estancamiento de su capacidad de absorción de mano de obra.
Entretanto y justamente como parte del proceso de desequilibrios y reajustes,
que el crecimiento de la actividad industrial entraña para la estructura global de la
economía, la mano de obra del sector primario tiende a disminuir pasando de 59.9 por
ciento en 1925 a 48.6 por ciento en 1965, acelerándose ese proceso sobre todo a partir
de 1950 en que la mano de obra agropecuaria era todavía de 56.4 por ciento sobre el
total de la población económicamente activa.8
Impedida de incorporarse a la actividad productiva urbano-industrial, la mano de
obra tiende a ubicarse principalmente en los sectores de servicios. La misma fuente que
aquí se usa, indica que la mano de obra de estos sectores pasó del 26.4 por ciento en
1925 al 37.2 por ciento en 1965, acelerándose la tendencia sobre todo a partir de 1950
en que era el 29.1 por ciento del total de la población activa.
Estas tendencias entrañan, necesariamente, que una proporción creciente de la
población económicamente activa, tiende a quedar en condiciones de desocupación y
subocupación en cada uno de los sectores y ramas de la actividad económica; las cifras
acerca de esto no pueden ser suficientemente precisas por la ausencia de investigaciones
más minuciosas. Pero los cálculos muestran una situación impresionante. Así, en 1960
la población desocupada y subocupada constituía aproximadamente el 40 por ciento del
total de la mano de obra activa. Los cálculos sobre la mano de obra netamente
desocupada indican que aproximadamente el 27.4 por ciento del total de la mano de
obra activa de América Latina estaría en esa condición,9 para 1960. Posteriormente, la
situación no parece haber variado en relación con la tendencia general.
De esa manera, aparece con claridad que el mercado de trabajo regido por la
industrialización en América Latina, sigue también una tendencia marginalizante y no
únicamente de formación de un "ejército industrial de reserva" a la manera del
capitalismo industrial originario. Y esa situación remite, para su explicación, a
preguntarse por qué la industrialización en América Latina, no obstante su carácter
relativamente reciente y subdesarrollado, produce un mercado de trabajo cuyas
tendencias básicas entroncan con las que rigen el mercado de trabajo del nivel
desarrollado del capitalismo industrial en la actualidad.

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